domingo, 13 de marzo de 2011

El Carnaval de Oriente Llegó………


Nuevamente el Carnaval y no puedo evitar la tentación de hacer algunos comentarios. Como he dicho en otras ocasiones, es la fiesta de lo grotesco, lo que aquí se manifiesta en todo su rigor. La gente emigra al Interior del país con una sola cosa en mente: a divertirse hasta la muerte, lo que desgraciadamente algunos logran.
Pronto empiezan los grandes ridículos, donde la gente se exhibe en su peor forma: borrachos y desdibujados. Ayer tuve el mal momento de ver en la TV a una pobre vieja desdentada, que totalmente licorizada se contoneaba al son de una música salvaje hasta caer “patas arriba”. Después vinieron otras y más del mismo espectáculo, que aparentemente divertía a la audiencia. Me hice la misma pregunta que otros años, ¿qué le pasa a la gente? ¿Será que creen que este momento queda oculto para siempre? O que ¿siempre lo verá la misma gente que hoy aplaude con frenesí? Bueno, quizás, pero a lo mejor no les importa y les parece que estos son sus quince minutos de fama.

Esta fiesta tiene una enorme importancia social en la idiosincrasia panameña; es un medio de expresión entre las reinas, princesas, comparsas, carros alegóricos, algunas originales y de gran valor creativo, otras que de mal gusto y de poco valor artístico. En comparación con los carnavales en otras partes del mundo, el carnaval criollo adolece de un verdadero desfile; más bien se trata de un gentío que va sin rumbo y se aglomera alrededor de una tarima a ver a los cantantes cantar y a los presentadores gritar impertinencias. Muy pocos bailan y muchos gritan dizque la letra del reggae. Los disfraces, las comparsas vestidas y alborotadas, bailando al compás de sus murgas, el confeti y las serpentinas son del recuerdo……

Parece que la atracción más valiosa es la participación en los “culecos” o mojadera, donde una masa errática salta y brinca gritando ¡aguaaa! y desde un carro cisterna le echan agua con manguera. Este evento dura varias horas, en las cuales los participantes son poseídos por un frenesí aupado por los gritos de un dizque animador, que organiza al furor de los acontecimientos, concursos de “meneos” y cualquier otro baile desaforado.

Otro evento muy preciado por la concurrencia es una competencia a ver quien aguanta más el que lo encierren dentro una urna de vidrio y le echen encima toda clase de insectos y alimañas, lo cual debe ser de lo más repugnante. Además, deben comerse un poco de cosas inimaginables a la vista, al tacto y a los sabores. Pero los participantes hacen su mejor esfuerzo tolerando estas ignominias y uno(a) sale vencedor.

En este tipo de fiestas colectivas y públicas, el individuo tiende a borrarse detrás de lo confuso, se pierde entre los elementos de la totalidad comunitaria, contradiciendo la moral del deber ser impulsado por el deseo de vivir el presente, lo colectivo y lo imaginario. Dentro del jolgorio surge una nueva sociabilidad en donde los actores participantes desempeñan papeles con diferentes máscaras, generando una nueva teatralidad cotidiana.

martes, 1 de marzo de 2011

Los Nuevos Guettos


Entre todos los cambios habidos y por haber de los últimos años, llama la atención, el encerramiento, como estilo de vida, que ha surgido como respuesta a la creciente criminalidad e inseguridad en las calles. Las nuevas barriadas distribuyen las unidades residenciales según diversos patrones o modelos ofreciendo además dentro del mismo espacio parques, jardines y áreas sociales, en fin una comunidad. Estos proyectos distribuyen espacialmente los tipos de interacciones socialmente aceptados según las áreas dispuestas. Se trata de una nueva forma de definir la relación entre lo público y lo privado a partir de la convivencia en espacios cerrados donde el acceso es limitado.

Este tipo de asentamiento poblacional va a experimentar un notable crecimiento y aceptación por parte de la población urbana en la segunda mitad de siglo XX. Además, en el caso de Panamá, con la expansión del turismo como importante rubro económico y el consecuente crecimiento de la infraestructura hotelera tanto en la ciudad como en el campo, vemos cómo se van transformando los pueblos.

Este cambio conlleva el desplazamiento hacia las áreas rurales tanto de forasteros nacionales y extranjeros como también de los altos niveles de criminalidad que plagan la ciudad. Hoy día la criminalidad florece en los pueblos, bajo el emparo de las fuertes relaciones primarias que tienden a encubrir con silencio cómplice las malas acciones de los conocidos y/o poderosos, ya sea por temor o indiferencia. Se da una ruptura en la seguridad que ofrece el control social personal y directo, lo que ya no es aplicable con la afluencia de forasteros y la complejización de las relaciones sociales, pero por otra parte, quizás por la velocidad del cambio, no se llega a aplicar el control social derivado de las relaciones secundarias más propio de la ciudad.

Las barriadas en las ciudades de Panamá y Colón se desarrollan hacia los años 70 dentro del marco del concepto de la “vivienda de interés social” y se usaron para desalojar casas condenadas, eliminar barriadas de emergencia e ir perfilando una nueva estrategia de desarrollo urbano. Posteriormente, la empresa privada incursiona en este proyecto ampliando el horizonte a sectores de clase media baja, clase media y en los últimos años a la clase alta.

Las barriadas han venido a sustituir el espacio abierto de la ciudad, por espacios cerrados, ya sea por razón de estatus social o por la amenaza de la criminalidad y la necesidad de seguridad de los habitantes. Tenemos entonces que además de los tradicionales guettos de los tugurios urbanos, donde sus moradores son “encerrados” por las murallas del miedo del resto de la sociedad hacia ellos, hoy tenemos otros guettos, los voluntarios, donde sus habitantes se encierran con murallas reales y guardias de seguridad para aislarse de los otros. Se trata de manifestaciones objetivadas del miedo en los espacios residenciales donde confluyen los imaginarios sociales, la realidad y el orden social.

Estas nuevas barriadas amuralladas, no recrean las relaciones primarias del vecindario, donde todos se conocían y se protegían los unos a los otros. Al mudarse a la barriada los residentes no se conocen entre sí. No existen patrones de interacción previos en los que puedan insertarse para diseñar sus modelos de convivencia. Un factor que los define es la igualdad económica, pero esto no garantiza la ausencia de con¬flictos en otras dimensiones de la vida social.En el caso, sobretodo, de las barriadas de bajo costo, sus moradores deben aprender a vivir en espacios limitados, donde la distancia entre las casas es mínima, lo que les obliga a redefinir sus relaciones, usos y costumbres, ya que muchos aspectos de su vida cotidiana dejan de ser privados y pasan al dominio público.

En términos generales, entre los moradores de este nuevo modelo residencial se da un conflicto entre el derecho a la privacidad y los derechos colectivos. La convivencia es amenazada por la hostilidad que genera la falta de respeto, el bochinche, el mal comportamiento de niños y jóvenes, el ruido indiscriminado, y la morosidad en el pago del mantenimiento. Además debemos agregar los problemas que se derivan de la misma construcción de la barriada que los afecta colectivamente y que demandan un nivel de integración entre los moradores para poder lidiar con ellos. Como esto no se da, la lucha por salvaguardar los derechos adquiridos con la compra del bien (la casa) es errática e insuficiente.

La ciudad ha perdido su libertad, se ha convertido en un laberinto lleno de calles sin salida que limitan el acceso a ciertas áreas solo a sus residentes. Hemos perdido el horizonte por el miedo a la gente en ciudades fracasadas.

lunes, 14 de febrero de 2011

Y sigue pa´lante sin mirar para atrás …..


Nos hemos convertido en una sociedad en donde nunca dejamos de maravillarnos de las ocurrencias con las que se pretende dar respuesta a todos los males habidos y por haber. De continuar así en un plazo perentorio sobrepasaremos los límites de lo posible hasta “llegar donde nadie ha llegado jamás”.

Hay dos cosas que se han venido utilizando como fórmula mágica para solucionar problemas: construir algo nuevo que reemplace lo que se dañó en vez de arreglarlo o agregar en un nuevo título a la constitución aquellas cosas que se hicieron mal para que otro lo vuelva a hacer. Por ejemplo:

• Cuando la gente se quejó del alto costo de las autopistas, se hizo todo un espectáculo dizque para comprarlas,
• Ante el problema del transporte se plantea el construir un Metro, sin considerar si es viable, necesario y financiable. Esto se dio por hecho sin hacer los incómodos estudios de impacto ambiental, el trazado de la ruta, las paradas, étc.
• Cuando se da el problema del Puente Centenario, lo que es muy grave, se habló de construir otro puente.
• Ante el congestionamiento del Puente de las Américas, ya se anunció la construcción de otro puente sobre el Canal,(creo que sería el tercero) y por supuesto la demolición del Puente de las Américas. Según se dijo eso obedece al hecho de que con la ampliación del Canal, los barcos post Panamax no cabrían por allí…. A lo mejor serán como una nueva versión, más ancha, del Arca de Noé.
• Con el terrible problema del agua, se hizo público que se iba a construir otra potabilizadora.
• Para combatir la peste de los “diablos rojos” se compraron buses nuevos con gran bombo y platillos, pero sin resolver los detalles de su administración, reclutamiento de choferes y forma de pago.
• El caótico programa de “cien para los setenta” se implementó sin establecer criterios que delimitaran su implementación, ni escogiera a sus beneficiarios. Por eso hemos sido testigos de un retorcido embrollo en donde la primera vez lo dan a todos los viejos que tienen de 70 y más como dijeron. Luego se los quitan porque descubrieron que no era suficiente ser viejos, además debían ser pobres, luego se lo vuelven a quitar porque además de viejos y pobres debían ser desamparados y así vamos depurando la lista, me imagino hasta llegar al punto en que diga que se suspende el programa pues no hay beneficiarios.

Quizás yo no entienda y este panorama refleje una nueva versión de la democracia, en donde todos tienen derecho de decir lo que les viene a la boca sin pasar por el cerebro; o a lo mejor será que la moda es “meter la pata”. Esto suena cómico, pero creo que es más bien trágico. Se tiene la impresión de vivir en un berrinche apocalíptico donde hasta el más mínimo evento o situación se soluciona con su desaparición o destrucción. Una especie de vaivén sin sentido donde se ha perdido la noción de progreso y se ha reemplazado por el capricho irreflexivo.

martes, 25 de enero de 2011

Cuando las Cosas Buenas se Van, Nunca Más Regresan


"Entre los particulares la locura es poco frecuente, entre los grupos, partidos, pueblos y épocas, la regla." Federico Nietzsche

Las cosas de la vida a veces nos invitan a reflexionar sobre una frase común, que si bien no siempre se aprecia, tiene mucho de verdad y es aquella que dice “todo tiempo pasado fue mejor”. La historia de los pueblos ha sido escrita muchas veces como una epopeya repleta de héroes que cumplen su destino manifiesto dejándonos un rosario de grandes glorias. Al lector le queda la imagen de un progreso avasallador que lleva a la sociedad a pasar a saltos “de la mula al jet”. Pero explorando los espacios del recuerdo de hace bastante tiempo, pero no tanto para ser historia, los eventos que se han dado en la sociedad en sus diferentes momentos y con diferentes actores me han dejado la imagen de una montaña rusa bastante destartalada, de donde más de cuatro se han venido abajo.

Nuestra historia está llena de sobresaltos, de golpes de estado, de presidentes inútiles, de políticos desgreñados y de partidos más tribales que políticos. En más de una ocasión las elecciones se convertían en berrinches callejeros azuzados por varilleros famosos y/o desalmados “pié de guerra”. Igualmente también encontramos individuos preclaros y honestos que buscaban el bien común, el progreso o el desarrollo socioeconómico como se le dice en un lenguaje moderno. ¡Estos fueron los pocos!

Una de las cosas que no nos ha favorecido es la falta de memoria histórica entre la población; eventos importantes como la Huelga Inquilinaria de 1925, los Tratados del Canal y sus consecuencias, la Gesta Patrióticas del 9 de enero de 1964, son ignorados por muchos con la escusa inaceptable que para esa época no habían nacido. Por eso no es de sorprender que para esos, la vida sea un eterno presente, sin solución de continuidad. ¡Quizás por eso la conformidad!

Casi nadie lo recuerda, pero hace unos 55 años atrás aquí se podía andar en bus, no existían los “diablos rojos” ni los pavos. El chofer era amable, saludaba y miraba a los pasajeros; los buses eran lugares de encuentro de amigos y conocidos, no de maleantes que esperan la oportunidad de desvalijar a los pasajeros.

No hace mucho tiempo un teléfono residencial costaba $12.00 sin límite de llamadas, hoy día el costo del teléfono se ha duplicado, razón por lo cual muchas familias solo tienen celular. La electricidad no era barata, pero tampoco era cara. Hace “trintaipico” años atrás se empezaron a construir embalses e hidroeléctricas dizque para “darle al pueblo energía barata, eso nunca sucedió y muy por el contrario con la privatización de las nacionalizaciones hoy se “paga casi el triple por la electricidad, y se tiene que aguantar apagones y subidas de voltaje. Cuando esto último sucede se te dañan los artefactos eléctricos; cuando reclamas tranquilamente te dicen que eso no paso y ya se vuelto costumbre aquello que dice: “la casa pierde y se ríe”

Lo del agua es una historia de violencia y terror: violencia porque se viola la estabilidad de la vida cotidiana, forzando a los ciudadanos a rehacer su vida para tener tiempo y energía para andar “de aquí para allá” con el balde al hombro mendigando agua a los camiones cisternas. Terror por que hay que acostarse a dormir con la angustia de no saber con qué se va uno a bañar para ir a trabajar, con qué se va a cocinar, a fregar los platos, etcétera, etcétera….. y se me olvidaba la incertidumbre que genera el no saber que si habrá plata para comprar en agua embotellada y además para pagar la cuenta del agua sucia que no puedes usar.

¿Algún día recuperaremos las cosas buenas que teníamos, aunque no fueran muchas? ¡No! Echar para atrás es muy difícil por los intereses creados, porque en estos casos no hay que olvidar que “el mal de muchos es el bien de otros”.



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lunes, 10 de enero de 2011

Sorpresas que te da la Vida


El Año Viejo terminó mal y el nuevo va por el mismo camino. Lo que nos ha sucedido y va a suceder es el resultado de una especie de cataclismo del buen criterio para escoger. Según algunos se evitó lo malo pero se escogió lo peor. No hay respuestas a las demandas o necesidades de la sociedad, las críticas se ven como calumnias o bochinches, las protestas como maleanterías o manifestaciones de masas licorizadas (como si fuera fácil encauzar a estos en cruzadas reivindicativas)

En un parpadeo hemos dejado de ser una sociedad, si bien del tercer mundo, con una buena oferta de servicios públicos, salvo el transporte público. Esta desgracia que nos aqueja y persigue se gesta con una ocurrencia por allá en los años 70. El atomizar un servicio público, dándole “cada chofer su bus”, en vez de contribuir a una mejor distribución del ingreso creó una abominación fuera de control en donde unos dizque choferes tienen todos los buses.

Si algo era bueno en Panamá era el agua, potable como en el primer mundo, valor agregado que nos dejó la construcción del Canal. Mucho había durado, considerando la tradición criolla de no dar mantenimiento sino esperar que se dañe/rompa. Es vergonzoso e inaceptable este atentado contra la salud pública, en el que sin el menor asomo de remordimiento se le quita a la población una fuente de salud y se dé un paso en firme hacia una nueva forma de opresión que limita el acceso al agua potable a solo aquellos que pueden comprarla y nos condena a sufrir las enfermedades transmitidas por el agua tales como el cólera, fiebre tifoidea, poliomielitis, meningitis y hepatitis A y E.

Paradójicamente, en el periódico se anuncia que la situación se normalizó con la limpieza de los “sedimentadores”, pero al rato nuevamente te cortan el suministro de agua. Esta situación viene desde las inundaciones de diciembre pasado; todo el desastre se atribuye a las lluvias que nos azotaron, como si esto fuera una novedad en Panamá, donde habitualmente llueve más de 9 meses al año. El pobre ciudadano es un interlocutor sordo, mudo y ciego que apenas puede discernir qué es real y qué invención, llegando incluso a desconfiar de lo que entiende, pues no sabe qué es burla y qué no lo es.

Recuerdo cuando la recolección de la basura era gratuita y la recogían todos los días; hoy se paga mucho dinero y NO la recogen. La ciudad y peor sus alrededores, está llena de basura nauseabunda, llena de moscas y alimañas. Nuevamente se le cambió el nombre a la organización encargada de esta labor, como si esto como por arte de magia resolviera el problema. Se gastó plata en pintar los pocos camiones y se les dio a sus empleados nuevos sweaters de color verde, pero no se resolvió el problema de fondo que es la falta de recursos y posiblemente la mala administración.
Estamos dando una vuelta en redondo, volviendo a las condiciones que prevalecían en el Panamá decimonónico antes de la construcción del Canal, donde la ausencia de políticas públicas por parte del entonces gobierno colombiano, propiciaba el abandono de la educación, la salud, la falta de acueducto/alcantarillado y la pavimentación de las calles. Ciento y pico de años después parece que nuestra vida y las costumbres tendrán que parecerse a esas, aunque en vez de comprar la lata de agua a real, tenemos que comprar la botella a dólar.

10 de enero, 2011

domingo, 9 de enero de 2011

La Importancia Sociológica de la Comida


Pasadas las fiestas de fin de año vale una reflexión acerca de la importancia sociológica de la comida. Por lo general esto pasa desapercibido ya que se asume que “comer es comer” y no vamos a complicarlo más allá de los precios ascendentes de la canasta básica que según los que “les conviene” cada día bajan más. Pero la realidad es otra en nuestros mundos sociales, donde nos movemos entre laberintos de símbolos, significados y realidades deseadas y no deseadas. ¿Qué comimos en la cena de Navidad y en la de Año Nuevo? ¿Cuál es su significado sociológico?

Lo que parece que siempre es así, realmente no lo es y ha cambiado mucho. Los grandes potajes de principios del siglo XX (según mi informante, una experta ama de casa y devota esposa, quién jamás pensó en irse para la calle a trabajar en otra cosa) hoy día nadie sabe de eso ni les interesa, pues eso no se compra en el “súper” y nadie sabe cómo hacerlo.

La comida siempre ha tenido un significado más allá de la apariencia y de los gustos de quienes se la comen. Es relevante sociológicamente ya que es parte de la cultura y por lo tanto íntimamente ligada a usos, costumbres, religión, etnicidad y estatus. Es la cultura la que va a definir qué comemos, cómo, cuándo y dónde. Pero también, lo que comemos refleja nuestro estatus social, donde comemos nuestra capacidad adquisitiva y con quién comemos nuestros lazos familiares o afectivos.

Las comidas de Navidad y Año Nuevo relejan toda una gama de rituales, representaciones sociales de tradiciones, estilos de vida y estatus social. Para unos el pavo y el jamón son las viandas que definen el carácter de esta gran comilona y su preparación y presentación son indicadores del buen gusto según clase social. Hago esta salvedad ya que lo bueno, lo bonito y lo feo son apreciaciones subjetivas de la realidad según las diversas subculturas y clases sociales que existen en la sociedad. Por ejemplo para algunos la preparación del jamón navideño es todo un largo y minucioso ritual: primero se deshiela, se sancocha, se le quita el “cuero” y se elimina la grasa que lo recubre, luego se “baña” en jugo de piña, se recubre con azúcar morena, mermelada de frutas, clavito olor, rodajas de piña y cerezas y luego se mete al horno. Resultado algo indescriptiblemente delicioso (juicio de valor). En cambio otros, simplemente lo sancochan, luego lo cortan en rodajas y lo fríen; otros así mismo congelado, lo cortan con una sierra y se fríe.

Antes no era así, y el pavo vino a quitarle el puesto a la gallina rellena y el jamón al pernil. Esto es el resultado inevitable de procesos de asimilación de usos y costumbres foráneos al entrar en contacto con otras poblaciones. En nuestro caso esto releja la constante presencia de “otros” en nuestra sociedad, específicamente la presencia estadounidense en la Zona del Canal y la masiva llegada de afroantillanos con la construcción del Canal. Así, los inicios del siglo XX para la ciudad de Panamá, fue un momento histórico de muchos cambios en la vida cotidiana de sus habitantes. Los estilos de vida de esta taciturna ciudad empiezan a ser “desafiados” por lo nuevo y diferente de los recién llegados.

Además, a estas grandes comilonas de fin de año se agregan tamales, arroz con guandú, ensalada y no olvidemos el dulce de frutas, el “run cake” o panettone, un clásico italiano que se ha puesto de moda en los últimos años. Para Año Nuevo, últimamente se ha introducido el pescado al horno, que en otras culturas significa buena suerte y prosperidad. Así, cada quién va preparar estos alimentos según sus recetas favoritas y el presupuesto disponible y no hay que olvidar que a través del comer también nos estratificamos según clase y grupos de estatus. A parte de todo lo subjetivo de esta acción (gustos y escogencias) está la parte de la cultura material: la vajilla, manteles, cubiertos, vasos y copas y adornos de la mesa. En cuanto a las bebidas, por lo general está lo de siempre: cerveza, rones, whisky, vodka, etc. y lo especial del momento: vinos, sangría, sidra y champaña y el Saril que a Panamá fue traído por los antillanos que vinieron a trabajar en la construcción del Canal.

En términos general todos hacemos nuestro mejor esfuerzo económico para surtir la mesa con aquello que consideramos lo mejor para estas celebraciones. En cierta medida lo que comes y tomas y lo que brindas a los amigos es un símbolo de estatus que da prestigio, aparte que es “mala suerte” una mesa escuálida y pobre de comidas y bebidas. Una comida siempre es más que una comida. Puede evocar tradiciones familiares o reflejar nuestra herencia étnica o circunstancias económicas. Aquellas familias que tienen siempre mucho que comer aprecian esta la comida en forma diferente de aquellos que no tienen.

HIPÓTESIS DE UN ASESINATO

Retomo el caso Remón Betty Brannan Jaén. laprensadc@aol.com

PANAMÁ, R.P. –El ex coronel Roberto Díaz Herrera publicó un artículo el domingo pasado, en El Siglo, que ofrece una teoría nueva del asesinato, en 1955, del presidente José Antonio Remón Cantera, y me reta a que la investigue, “si de verdad tenemos reporteros criminólogos”.

Rechazo el reto. En primer lugar, no pretendo ser “reportera criminóloga”. Lo que he venido haciendo, desde 2004, es investigar lo que dicen los documentos estadounidenses de la época y tratar de obligar que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de Estado desclasifiquen todos sus documentos sobre el tema.

Hasta ahora, han rehusado hacerlo y creo que tendré que ponerles un pleito; su renuencia a divulgar los documentos es indicio fuertísimo de complicidad estadounidense en el delito. En 2007 publiqué documentos que tienden a sustentar la tesis de que la CIA y la mafia colaboraron en asesinar a Remón –tesis de la novela Lobos al amanecer, de Gloria Guardia–, pero no he encontrado prueba definitiva todavía.

La otra razón para rechazar el reto de Díaz Herrera es que su tesis carece de información específica que amerite tomarla en serio. Sin una sola migaja de corroboración, él alega que un amigo (¿cómo se llama?) ha publicado un libro (¿cómo se titula?) en que señala que un peruano de apellido Colina (¿por qué no da el nombre completo?) asesinó a Remón por “agradecimiento” a Rubén Miró (¿qué clase de “agradecimiento” motiva el asesinato de un presidente?) y luego lo confesó (si lo confesó, ¿por qué tanto secreto ahora?).

Por el momento, esta tesis del asesino peruano tiene la misma credibilidad que le daría a la tesis de que el asesino era marciano, que, de paso, es casi la única teoría del crimen que no se ha planteado. Al menos ocho hipótesis han circulado en estas cinco décadas (Ver mis reportajes del 2 y 3 enero de 2005, y del 2 enero de 2007), a saber:

1. Que lo mataron los gringos, con o sin complicidad de la mafia.

2. Que fueron los comunistas u otros enemigos internacionales.

3. Que fue Miró, quien confesó y luego se retractó.

4. Que fueron los arnulfistas u otros enemigos de la política criolla.

5. Que fueron los narcotraficantes, ya sea por temor a que Remón les parara el jugoso negocio (en que él o sus allegados posiblemente estaban involucrados) o como venganza por una trampa que él les hizo, y que el sicario fue un tal Martin Irving Lipstein.

6. Que en Nicaragua, un tal Jiménez Ballar confesó culpabilidad y Anastasio Tacho Somoza lo metió preso, mientras los norteamericanos se hacían de la vista gorda.

7. Que lo mataron Adolfo Hans y William Campbell, norteamericanos, pero el panameño que los acusó se retracto después.

8. Que lo mató un grupo subversivo que planeaba, también, ponerle explosivos al Canal, según acusó un norteamericano conocido por inventar historias extrañas.

Últimamente he estado fijándome en la tesis de que fueron los narcotraficantes. Encontré un artículo publicado el 14 de agosto de 1955, en la revista cubana Bohemia, titulado “Los Narcóticos: Móvil del Asesinato de Remón”. Ese artículo le llamó mucho la atención a los diplomáticos norteamericanos, pero no encontré mucho detalle nuevo allí.

Como han hecho otros, el autor asegura que Lipstein asesinó a Remón, porque el congresista republicano Harold Velde había venido a Panamá por instrucciones explícitas del presidente Dwight Eisenhower a exigir que Remón pusiera alto al narcotráfico, como precondición a un tratado nuevo con Washington que estaba por firmarse.

Según esta tesis, Remón aceptó hacerlo y ello “decidió su destino”, pero una parte esencial del “doble–complot” era inculpar injustamente al vice presidente José Ramón Guizado, aprovechándose del plan “charlatanesco” que Miró, ingenuamente, puso en el camino de los hampones internacionales.

Continuaré la investigación.